lunes, 1 de diciembre de 2008

Mitos en la actualidad: Ariadna.


"Elena me corrige todo porque ella sabe palabras preciosas: alabastro... Yo no había oído nunca esa palabra, alabastro. Yo creía que la fugurita de encima del piano era de cera y Elena me dijo, Es de alabastro... Es la Ariadna de mi abuelo... Otra coladura buena, por mi parte. ¿Es su primera mujer? ... Dónde estaría!... Quién habría podido encontrar un pedazo cuando mi abuela la hubiese tirado por el balcón!... Luego me habló muchas veces de la ópera inspirada en una heroína antigua... Qué bonita debía de ser, qué bien dormidita está ahí encima. ¿Sabría ella, aquella mujer de otros tiempos - de hace siglos, parece- que llegaría a pasar una cosa así? ..."
Fragmento de Barrio de Maravillas, de Rosa Chacel, 1976
Estos días estoy leyendo el libro del cual he extraído el fragmento, se trata de una novela preciosa, narra la historia de dos niñas en el Madrid de principios del siglo XX. Sobre la obra y su autora podéis preguntar a Esperanza, las conoce muy bien... En lo que a mi respecta, sólo quería haceros partícipes del placer de leer esta novela, y lanzar una pregunta para los más curiosos:
¿Quién era Ariadna, de qué héroe se enamoró y por qué está dormida?

1 comentario:

Esperanza dijo...

Querida Susana:
No lo había visto todavía con tanto ajetreo. Qué hermosura el retrato de Rosa, porque es tan luminosa la ilustración que parece más clara que la pintura original. Yo la recuerdo colgada en el saloncito de Rosa, ese cuadro primoroso de Teo, su marido. Lo pintó cuando Rosa estaba escribiendo su primera novela, en el año 26, en Roma. Y es una novela que habla también de lo mismo que Barrio de Maravillas: del viaje iniciático al conocimiento de las cosas, aquí cifrado en las palabras, en ese fragmento que citas. Sí, el misterio de las palabras, de lo que guardan más allá de la evidencia. Es difícil transmitir cómo podemos sentir el hallazgo de una palabra, tan parecido a un tesoro, a una piedra que brilla... ahora que todo ese mundo está tan devaluado. Y sin embargo, qué bien suena, qué palabras hermosas: alabastro, Ariadna. Susana.

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